Dios confirmó y yo no hice caso. Dios volvió a confirmar y
volví a no hacer caso. Me lo dijo otra vez y tampoco obedecí.
El día que le pedí el “por-si-aca-sito” para que Él esté
seguro (como si se confundiera no? Ja!) Me volvió a decir lo mismo.
En todas las ocasiones que le había preguntado me había
mostrado su respuesta y yo terca y terca haciendo caso omiso.
Sabía que estaba desobedeciendo.
Mi carne se empezaba a revelar contra mi espíritu. Mi capricho empezaba a
brotar y no quería ver a nadie que sabía lo que estaba pasando ya que me diría
lo mismo que me había dicho Dios.
Luego de esos días de lucha, debía tomar una decisión. Si
decía que me había arrepentido de desobedecer a Dios, no solamente tenía que
decirlo y ya. El arrepentimiento produce una acción y esa es reconocer tu
pecado delante de Cristo y alejarse de Él, es decir, obedecer lo que nos manda.
Hasta el momento no había fruto de arrepentimiento en mi vida a pesar de que
pudiera estar sintiéndome mal.
Dios fue quien me dio fuerzas para hacerlo y a pesar de que
mis deseos y mi carne se oponían, debía seguir lo que estaba diciendo mi
espíritu. Debía seguir lo que Dios me estaba mandando a hacer. A PESAR DE TODO.
No fue fácil. Todos sabemos que seguir a Cristo no es fácil
pues ÉL es quien vive en ti pero esta sí que me costo. Hay cosas que sabemos
que están mal porque Dios las manda en Su Palabra, Ejem: Unirse en yugo
desigual, Fornicar, Adulterar, Robar, Mentir, etc. Pero cuando tienes algo “bueno”
delante de ti y Dios te dice NO, es confuso y muy difícil.
Ahora estoy feliz :) Sé que he hecho lo correcto delante de
los ojos de Dios y sé que ha sido y será bueno. Él me ha cuidado.
Aunque a mis ojos
terrenales le parezcan todo lo contrario, solo sé que debo seguir mirando a Cristo…
Y el que no lleva su
cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:27
No hay comentarios:
Publicar un comentario